El IGF-I sérico regula los niveles cerebrales de amiloide

Eva Carro, José Luis Trejo, Teresa Gómez Isla, Derek LeRoith e Ignacio Torres Alemán

Resumen

La enfermedad de Alzheimer es la demencia de mayor prevalencia en  mayores de 65 años y una de las principales causas de muerte de este grupo de edad. Aunque las causas de la enfermedad aún se ignoran, sí se conoce la existencia de un acúmulo de diversos tipos de proteínas dentro y fuera de las neuronas que podrían están relacionados con esta demencia.

Estudios genéticos realizados en enfermos de Alzheimer hereditario y en animales de experimentación, sugieren una importancia del acúmulo extracelular de la proteína ‘ß amiloide’ (de función aún desconocida) en la aparición de esta dolencia. Esta proteína también se acumula en el cerebro, en menor proporción, formando depósitos cerebrales a medida que envejecemos.

Estudios recientes indican que estos niveles de ß amiloide en el cerebro están controlados por una hormona producida por el hígado conocida como “el factor de crecimiento tipo insulina 1” (IGF-1). Los niveles circulantes de esta hormona, que también se produce en el cerebro y otros muchos órganos, van disminuyendo con la edad. En el caso de los enfermos de Alzheimer estos niveles se encuentran alterados. Si se elimina esta hormona en el hígado mediante técnicas genéticas, se produce amiloidosis (anomalía patológica caracterizada por la presencia de proteínas fibrosas anormales) cerebral prematura asociada a una menor capacidad de aprendizaje.

Se ha comprobado la presencia de trastornos comparables a los observados en enfermos de Alzheimer en roedores jóvenes mutantes, por lo que se han realizado estudios de amiloidosis cerebral con distintos modelos animales. Estas investigaciones, realizadas en colaboración con la Universidad de Navarra (Teresa Gómez Isla) y con el National Institute of Health norteamericano (Derek LeRoith), indican que el tratamiento con IGF-1, mediante una sencilla administración subcutánea de la hormona, disminuye los niveles anormalmente altos de ß amiloide al favorecer su transporte fuera del cerebro.

Dado que esta proteína se acumula progresivamente, los resultados de esta investigación sugieren la posibilidad de emplear también tratamientos preventivos con IGF-1 para frenar este proceso. 
El hecho, por un lado, de que los niveles de esta hormona vayan disminuyendo con la edad y el que, por otro lado, esta demencia sea una enfermedad asociada a la vejez contribuyen a explicar los resultados obtenidos que demuestran que  la disminución de IGF-1 en personas mayores favorecería el acúmulo de ß amiloide en el cerebro porque los mecanismos fisiológicos para eliminar la ß amiloide no funcionan correctamente.

Con la lógica cautela que supone manejar una conclusión procedente de estudios con animales de laboratorio, la ausencia de efectos secundarios del factor de crecimiento tipo insulina 1 (IGF-1) permite ser optimistas ante la posibilidad de que estos hallazgos puedan trasladarse a la práctica clínica tras los necesarios ensayos clínicos. Además, el hecho de describir un nuevo mecanismo fisiológico en el control de la proteína ß amiloide cerebral ya abre una nueva vía para entender por qué se produce su acumulación patológica.